Platería
CAÑONES o TUBOS DE PLATA
Los tubos o cañones suman un total de ochenta piezas de plata de 900 milésimas con un desarrollo de 330m/m de largo por 40 m/m de diámetro, el peso del metal empleado para su fabricación oscila desde 195 hasta 205 gramos de plata. En cuanto a la técnica usada, se trata de cincelado a bajo relieve o medio cincel con un exorno de hojarasca barroca ascendente entre líneas longitudinales y un florón alternativo entre las hojas. La autoría de los mismos esta desarrollada en tres marcas que presenta el cañón, la de Joaquín de Lara (1803-1833), uno de los plateros más prolíficos de Antequera como autor, la de contraste del marcador elegido por el Colegio de plateros de San Eloy de la época, Diego de la Huerta (1805-1831), y por último la marca de la jarra de azucenas como pieza realizada en la ciudad y tutelada desde el propio Colegio de Plateros de San Eloy (estructura gremial de los plateros en la ciudad de Antequera durante los siglos desde el s. XVI hasta el s. XIX). El peso es de un total de 16.000 gr.
NUDETES
Los nudetes del palio son de bronce fundido y sobredorado con aplicaciones de hojillas barrocas cinceladas y sobrepuestas. Su decoración es en sentido circular, dotándolo de una sensación de volumen algo peculiar. Su peso oscila entre 152 gramos, dorados al mercurio, y los 228 gramos de los de posterior ejecución, sobredorados con baño electrolítico. Son obra del cordobés Felipe del Castillo y el contraste o punzón del marcador Merino.
CRESTERÍAS
En cuanto a las cresterías, se trata de una de las piezas del palio interesantísimas, desmontables, y que quedan fijadas con escuadras de acero sobre la propia marquilla embellecida con pan de oro. Su ornamentación se presenta con forma de hojarasca alternada con flores. Su peso es un total de 3.425,55 gr. Son de plata de primera ley repujada y cincelada y de autoría anónima, fechadas en el s. XVIII.
GUIRNALDAS O LACERÍAS DE LA PEANA
Las guirnaldas de la peana son de estructura semicircular. Estas, quedan alojadas formando tres arcos colgando de la parte del frio superior de la peana y están realizadas en plata blanca de primera ley cinceladas y repujadas. Su autoría es anónima, posiblemente realizadas en el siglo XVIII.
QUERUBÍN DE LA PEANA
El querubín que va alojado en la peana está realizado en plata blanca en su color, cincelada y repujada. Representa la figura de un angelito alado. Es anónimo, del s. XVIII.
JUEGO DE CLAVOS (1)
Actualmente, La Virgen posee dos juegos de clavos. Los más antiguos son obra de Salvador González García y están fechados a principios del S. XX. Están elaborados en plata de ley sobredorada, siendo estos de sección cuadrangular y punta redondeada. Se trata del atributo más sobresaliente que porta La Santísima Virgen entre sus manos: son una alegoría de los clavos usados en la crucifixión de su Hijo
CORONA DE ESPINAS
Entre los atributos que La Virgen siempre porta entre sus benditas manos, destaca la corona de espinas. Se trata de una obra anónima, fechada, posiblemente, en el S.XVIII. Está realizada en plata de ley sobredorada. Dicha corona, responde a los modelos de coronas Antequeranas. De sección estriada y colocación de los hilos de forma desordenada, hace de ella un bello enjambre en el que se alternan espinas soldadas.
CORAZÓN
Se trata de una valiosa y peculiar pieza que, sin duda, tiene sus raíces en la influencia carmelita de la propia orden religiosa que dio nombre al salgrado templo donde se halla nuestra Sagrada Madre. El Corazón “pectoral” está realizado en plata sobredorada, repujado y cincelado con la peculiaridad de presentar el escudo carmelita con el monte Carmelo y las tres estrellas. De la misma lámina suceden en otro volumen las 7 dagas representando los 7 dolores que padeció la Santísima Virgen. Sobre el corazón, podemos observar una llama flamígera silueteada, también repujada y cincelada.
CORONA PROCESIONAL
Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que se trata de la pieza de platería más importante que la Virgen posee entre su amplia variedad de preseas. Realizada en plata sobredorada, es una interesantísima obra de D. Joaquín de Lara. Puede ser fechada hacia el año 1800, cuyo Veedor es Diego Huerta. Representa una corona de grandes dimensiones repujada y cincelada, de estilo barroco. A su vez, posee un gran canasto con decoración romántica y predominancia de ornatos vegetales en rico contraste de efectos matizados y brillos de cincel. Con 8 imperiales perlados y ribeteados con hojarasca. De orbe liso y rematado por una gran cruz repujada y cincelada con engaste de una gran y singular amatista. Las ráfagas de la misma son de nubes y querubines con rayos pasionarios de corte plano y rematados por estrellas.
CORONA DE CAMARÍN
Si anteriormente mencionábamos la corona procesional de Nuestra Sra. de La Soledad como una de las piezas más importantes, esta quizás sea la más singular y diferente de las que posee. Realizada en plata en su color, es también obra de D. Joaquín de Lara, fechada igualmente hacia 1800. Veedor Diego Huerta. Es una corona repujada y cincelada con ornatos vegetales de estilo barroco. De canasto alto, con decoración barroca y espejuelos lisos. Consta de 6 imperiales, presentando un original diseño en el que la ráfaga rodea la cruz y el orbe. Haciendo de esta pieza una corona estilizada con diseño vertical, de nubes sencillas, matizadas, y rayos pasionarios rematados con estrellas.
CORONA ROCOCÓ
Esta presea es comúnmente denominada como “corona de diario”. Realizada en plata en su color. Dentro del canasto aparece grabado el nombre de quien la materializó. Este es MARTINEZ (Córdoba) hacia 1780. Se trata de una corona repujada y cincelada de decoración rococó. Con alternancia de hojas en ces y rocalla, presenta un interesante canasto de base con ricas molduras. Imperiales de igual decoración y ráfaga con rocalla y rayos pasionarios rematados por estrellas. En lugar del orbe aparece un querubín que sirve de base a una gran cruz hojada.
RÁFAGA
Entre las preseas ya descritas anteriormente que atesora nuestra Madre, podemos citar una pieza muy característica y por la que se suele identificar a Nuestra Señora de La Soledad. Como dato curioso, esta presea, conocida con el nombre de ráfaga, suele alternarse con la gran corona procesional en las distintas salidas procesionales del Viernes Santo. Está realizada en plata sobredorada, realizada por el insigne artista D. Joaquín de Lara. Hacia 1800. Repujada y cincelada. Singular pieza de acertadísimo diseño compuesta por sucesión de nubes con querubines y agrupaciones de rayos sencillos a dos aguas con remate de estrella en ocho puntas.
MEDIA LUNA DE CAMARÍN
Se sitúa a los pies de la Virgen dentro de su camarín. Se trata de una pieza realizada en plata en su color. Su autoría es anónima, posiblemente fechada a finales del S.XVII. Representa la silueta de una luna lisa con alegoría a la cara humana y rematada por dos estrellas. La media luna se representa como símbolo del principio femenino, opuesto y complementario al Sol, que sería el masculino y que en la cosmología cristiana está representado por Cristo. Sobre este símbolo tan antiguo, la figura de María se presenta como la de la Madre universal y dispensadora de gracia.
También podemos recordar a la mujer del Apocalipsis, signo de María y de la propia Iglesia: «Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas» (Ap. 12, 1).